#LaDiferenciaPelayo: La Selección pierde, pero gana

Por Juanma Trueba (@juanmatrueba)

Hay dos maneras de clasificarse para unos cuartos de final: con solvencia y con angustia. Ninguna asegura el pase a semifinales y esa es la buena noticia. España perdió contra Escocia, pero cumple con el objetivo primordial: estará en los cruces. Además, y como el fútbol es retorcido tirando a sádico, se enfrentará al mejor adversario posible, Austria. Será Inglaterra quien se mida a Francia. El domingo nadie recordará cómo llegamos hasta aquí. Lo que sigue es por si alguien quiere hacer memoria.

Arrancó el partido con la emoción por las nubes y el único descubrimiento, según transcurrían los primeros minutos, era que no sucedía absolutamente nada. España movía el balón como quien pasea al perro y las escocesas corrían de un lado a otro como si las paseadas fueran ellas. Lo único relevante es lo que ocurría en Inglaterra-Portugal. El gol de las inglesas a los seis minutos nos daba aire extra: podría valer la derrota. El empate en el 18 nos lo quitaba: podría no servir el empate. Debió ser la hipoxia lo que nos hizo reaccionar.

Después de media hora de tanteo, la Selección puso cerco a la portería rival. Irene Paredes, uno de los mejores centrales del mundo (incluyo a los masculinos), cabeceó un córner y la portera escocesa sacó el balón casi en la cepa del poste. Es muy posible que Gemma Fay nos leyera el pensamiento y decidiera argumentar en contra. La portería es el único puesto por evolucionar en el fútbol femenino. Hasta entonces y desde entonces, Miss Fay alternó errores gruesos con intervenciones divinas.

Cuando más cerca parecía el gol español, marcó Escocia. Resultaría paradójico si no fuera costumbre en el fútbol: quien salva la vida lo celebra en la cocina del verdugo. Sandra Paños falló en el despeje y la pelota cayó a los pies de Caroline Weir, la mejor de las highlanders. No sé cuánto nos duró el aturdimiento porque estaba demasiado aturdido para calcularlo.

En la segunda mitad abrimos el candado de la Santa Bárbara y recurrimos a Mari Paz para que jugara en la posición de mecha, dinamita y detonador. Apretamos, dimos un paso adelante y demostramos la distancia que hay entre ambos equipos, considerable. Llegamos al punto en que el rival no era Escocia, sino los caprichos del fútbol, su enfermiza obsesión por llevar la contraria. Tampoco ayudó dudar de Fay. Cuando no eran sus guantes los que nos detenían, era una compañera o el fantasma de William Wallace.

Perdimos, pero ganamos. Nos venció el fútbol y no conviene afearle la conducta porque tal vez pueda rescatarnos cuando de verdad importa. Jugamos bien, aunque luchamos con cuchillos de postre. Nos falta una sacudida y la tierra se movió contra Escocia. Quién sabe, quizá haya salido todo bien.

Foto EFE/Viincent Jannink

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